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El clima de derechas se instala en Europa

Milou Dirkx y Julian Wettengel  ||

 

«Si comemos carne, cogemos un avión o conducimos un coche de gasolina es algo que decidimos nosotros. No Bruselas».

La cita es del programa del derechista Partido por la Libertad (PVV) de Países Bajos para las elecciones europeas de 2024. Luego prosigue diciendo que «mientras que los burócratas de la Unión Europea se mantienen calientes gracias a unos sueldos generosos, la gente neerlandesa está literalmente helándose de frío porque no puede pagar la factura».

Son solo dos de las muchas afirmaciones populistas de este partido que dice oponerse a la «corrupta élite europea» que «perjudica a la población neerlandesa». En los últimos años, el PVV liderado por Geert Wilders y muchos otros partidos que opinan parecido han logrado popularidad y poder en muchos lugares de Europa. Estas organizaciones, conocidas por sus ideas antiinmigración, han empezado a abarcar otros temas, como la economía, el bienestar y el cambio climático.

A menudo se oponen a la acción climática y utilizan un discurso contundente para expresar su malestar con las políticas climáticas, sean reales —como el plan de poner fin a los motores de combustión interna en la UE en el año 2035— o inventadas, como que Bruselas decide si la gente puede volar o comer carne. Afirman que las medidas son demasiado caras para el «ciudadano de a pie» y que no merecen la pena, restando importancia o negando las amenazas climáticas.

Durante meses se ha hablado de una «reacción climática» por toda la unión. Las protestas de los agricultores contra las medidas destinadas a reducir las emisiones y las quejas de la población acerca del aumento del precio de la gasolina han hecho que los políticos de los principales partidos se preocupen por que los populistas puedas lograr explotar esta «reacción verde», por mucho que las encuestas muestren que la mayoría de la población sigue pidiendo una acción climática más ambiciosa.

Los expertos afirman que es improbable que el aumento de europarlamentarios que se muestran escépticos respecto al cambio climático haga que los planes europeos de transición a un futuro climáticamente amable vayan a irse al traste, en parte porque los gobiernos estatales, regionales y locales tienen una influencia considerable en la aplicación del Pacto Verde Europeo. Después de cinco años de debates y elaboración, ha llegado el momento de que los Estados miembros conviertan la estrategia en acción.

Pese a todo, si nos fijamos más de cerca en ciertos países europeos, como Países Bajos, Polonia, España, Alemania o Hungría, veremos que los populistas están alimentando las preocupaciones de la gente y azuzando la división en los debates en torno al clima. Su éxito, evidentemente, varía dependiendo de los contextos locales específicos.

Cuando los grandes partidos les abren la puerta

La investigadora de la Universidad de York Daphne Halikiopoulou afirma que durante un tiempo los partidos de derechas europeos han venido logrando ciertos éxitos electorales.

«Lo que resulta novedoso es que estamos viendo más partidos así en los gobiernos, tanto en solitario como en coaliciones», comentaba en una entrevista con Clean Energy Wire. «No es solo que les esté votando más gente, sino que los principales partidos les han abierto la puerta y están dispuestos a colaborar con ellos».

Los populistas de países de Europa central y oriental como Hungría y Polonia han sido capaces de gobernar con amplias mayorías —aunque no con mayorías absolutas—. Sin embargo, en Europa occidental los populistas de derechas son uno más de los miembros de coaliciones de gobierno más amplias, lo que les obliga a hacer más concesiones y a rebajar las exigencias que presentaban en campaña.

Aun así, Halikiopoulou señala que su participación en los gobiernos «implica que estos partidos están en una posición más ventajosa para crear legislación y políticas públicas». Según ella, muchas de las propuestas políticas que vienen de la extrema derecha «no son plausibles». Por ello resulta importante mantenerse alerta acerca de cómo aplican sus políticas en cuanto llegan al poder, pues a menudo han tenido que rebajar un discurso que al principio era muy contundente.

El gobierno formado hace poco en Países Bajos es un buen ejemplo. En su programa electoral de 2023, el PVV de Wilders decía que la acción climática era una «locura inasumible» y que, cuando llegara al gobierno, el partido metería la ley nacional climática y el Acuerdo de París «directamente en la trituradora de papel».

Estas propuestas de campaña tan extremas se quedaron fuera del acuerdo de coalición, formado por el partido que defiendo los intereses de los agricultores y el principal partido liberal, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD). Este último había liderado los últimos cuatro gobiernos, al mando de Mark Rutte, que previamente había descartado la posibilidad de formar una coalición con el PVV. La nueva dirección del VVD, sin embargo, ha modificado su posición.

En España, el Partido Popular se ha abierto a coaliciones con Vox a nivel regional y local. La oposición acusa al PP de haber cambiado su postura respecto al clima, «haciendo lo que dice Vox», pues necesita su apoyo. Los gobiernos del PP y Vox han reducido el presupuesto para la mitigación del cambio climático, han suprimido las zonas de bajas emisiones en áreas urbanas y han eliminado carriles bici.

Explotar la división campo-ciudad

Puede que la preocupación que sienten los defensores del clima porque los populistas estén intentando aprovecharse del escepticismo cada vez mayor de los europeos sea exagerada. Los investigadores afirman que no se está produciendo una reacción climática con la magnitud que se ha mostrado en ciertos medios. Si bien en los últimos años ha habido crisis que, de manera generalizada, han pasado a ser las principales preocupaciones de los votantes —desde la pandemia del Covid-19 hasta la crisis energética o una inflación aguda—, las encuestas para toda la UE siguen mostrando que la mayoría de la gente de casi todos los Estados miembros afirma que sus gobiernos deberían hacer más para proteger el clima.

La Hertie School realizó una encuesta en Alemania, Francia y Polonia y vio que, si bien existe una «minoría considerable» (en torno al 30%) que se opone a una acción climática ambiciosa, en realidad la mayoría de las personas de estos países desearían que de hecho hubiera más ambición. El verdadero conflicto es el diseño de políticas públicas, «especialmente para el centro estratégico», según afirman los investigadores. Mucha gente se muestra escéptica ante ciertas medidas climáticas, especialmente las que implican costes directos para los individuos, como el aumento del precio los combustibles fósiles.

La politóloga Halikiopoulou señala que muchas de estas medidas y problemas son evidentes especialmente en las áreas rurales, y subraya que los populistas europeos están explotando cada vez más la división entre campo y ciudad. «Puede que las políticas climáticas encuentren un apoyo amplio en el conjunto de la población, pero también es más probable que halle una resistencia concentrada en las comunidades rurales en torno a medidas concretas», le explicó Halikiopoulou a Clean Energy Wire. «Un buen ejemplo de ello son las protestas de agricultores que han tenido lugar por toda Europa en los últimos meses».

En Países Bajos, esta división entre campo y ciudad la ha estado alimentando el partido populista agrario Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB), que forma parte del gobierno de coalición recientemente formado y que presentó su programa en abril. Este acuerdo de coalición colocó los intereses de los agricultores por encima de la protección del clima, fijando planes para reducir el número de áreas naturales protegidas y así ofrecer espacio para agricultores y otros actores económicos, aumentando la cantidad máxima permitida de fertilizante y concediéndoles reducciones en el precio del diésel. El BBB lo fundó en 2019 una agencia de marketing que también representa a las grandes empresas del sector agrícola. Ese mismo año estallaron enormes protestas de agricultores debido a los planes del gobierno de reducir a la mitad el número de cabezas de ganado para así proteger la naturaleza de las elevadas cantidades de nitrógeno que en buena medida provienen de dicho sector. Desde entonces, estas protestas se han vuelto habituales en el país, principalmente contra las medidas para reducir las emisiones de nitrógeno.

Aunque no estaba claro que el BBB fuese a obtener algún escaño en las elecciones al Parlamento Europeo, el partido, tal y como sugirió, ha acabado integrándose en el grupo del Partido Popular Europeo, que durante la campaña se presentó como «el partido de los agricultores».

Los partidos mayoritarios crean el clima convulso que tanto les preocupa

El caso de Polonia muestra que en realidad puede que no haga falta que se dé una reacción entre la gente para que los populistas ralenticen las acciones para proteger el clima. La victoria electoral a finales de 2023 de la coalición proeuropea liderada por Donald Tusk, quien fuese presidente del Consejo Europeo, alimentó la esperanza de que se fueran a poner en marcha políticas climáticas serias en el país después de ocho años de letargo con el gobierno del partido Ley y Justicia (PiS).

Sin embargo, durante sus primeros meses de gobierno el gabinete de Tusk echó por tierra esta esperanza al oponerse a la Ley de Restauración de la Naturaleza de la Unión Europea, mostrarse ambiguo con los objetivos de reducción de emisiones de la UE y dar marcha atrás a los planes del gobierno anterior de establecer un impuesto para los coches contaminantes. Los investigadores afirman que el gobierno se muestra vacilante porque está preocupado por descontento generado entre la población, alimentado y explotado por el PiS.

El informe de la Hertie School subraya un riesgo adicional: «Si los partidos se mueven al ritmo que marca una minoría de vagos y entorpecedores, pueden terminar generando el clima de hastío que precisamente están intentando arreglar».

Los populistas arremeten contra la acción climática de las «élites de la UE»; las leyes europeas limitan los daños

La forma en que se elaboran las leyes en la Unión Europea le ofrece a los populistas un blanco fácil que encaja con su discurso: pueden culpar a las «élites de la Unión Europea» ubicadas en Bruselas, donde se hallan buena parte de las instituciones de la UE. Hay muchas decisiones legislativas que se siguen tomando a escala estatal; sin embargo, la unión supraestatal de los veintisiete Estados miembros está regida en muchas áreas por regulaciones, que se aplican directamente en cada país, o por directivas, que les dejan a los Estados cierto margen de maniobra acerca de cómo y cuándo se trasladan estas a las leyes locales.

El think tank Adelphi estudió de cerca a veintiún de los partidos populistas de derechas más fuertes en Europa y descubrió que la mayoría se oponen de manera generalizada a la actividad y la normativa europeas que afectan a la soberanía nacional, no solo a las políticas climáticas y de energías verdes. Aun así, la oposición a las normas climáticas de la Unión Europea era un elemento recurrente en la mayoría de los programas electorales nacionales o en sus declaraciones.

Los líderes populistas como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, han criticado en repetidas ocasiones a la «élite» de Bruselas por «haber perdido el contacto con la realidad». En 2021 Orbán afirmó que la Comisión Europea estaba «matando a la clase media europea» con el paquete de medidas climáticas y de energía «Objetivo 55», que se puso en marcha para colocar al bloque de países de la unión en la senda para alcanzar los objetivos climáticos. Orbán también dijo que Hungría únicamente aceptará metas climáticas más ambiciosas para el año 2030 si pagan «quienes más emiten y más contaminan», «no si lo hacen la gente y las familias de Hungría».

En su programa para las elecciones europeas de 2024, Alternative für Deutschland (AfD) afirmaba que quería «abolir todas las leyes climáticas a nivel nacional y europeo, además de frenar el Pacto Verde». El mismo texto, fiel a la naturaliza populista del partido, dice que la legislación climática de la UE es una manera que tiene «Bruselas» para, de manera directa, «interferir en la vida personal de todos los ciudadanos, sorteando los parlamentos nacionales».

Pese a todo, una vez se ha llegado a un acuerdo a nivel europeo, los Estados miembros deben adherirse a las normas y regulaciones, cosa que limita la capacidad de los partidos populistas para dañar la lucha contra el cambio climático.

En el caso español, Paco Ramos, de Ecologistas en Acción, le confesaba a Clean Energy Wire que, «mientras el marco europeo no se vea modificado de manera sustancial, [Vox] no será capaz de hacer demasiado».

Las trabas que pone el populismo a escala local y regional

Los partidos de la derecha populista no necesitan estar en el gobierno de su país para ralentizar los esfuerzos climáticos a lo largo y ancho de Europa. Su a menudo fuerte presencia en los niveles regional y local les otorga un poder considerable.

Según Philipp Jäger, asesor del Centro Jacques Delors de la Hertie School, «la escala local es muy importante, y los partidos populistas y escépticos con el cambio climático pueden dificultar mucho el despliegue de medidas climáticas muy necesarias».

Cuando el foco se desplaza de la aprobación de objetivos y normativas a la aplicación concreta y sobre el terreno de políticas climáticas, la escala local se vuelve más importante. Como afirma Jäger, «a nivel local tienen que suceder muchas cosas, como el despliegue de renovables, la instalación de la infraestructura de recarga eléctrica y la expansión de la red de distribución de electricidad».

En Alemania, el impacto directo de AfD en las decisiones políticas sigue siendo limitado y el partido continúa aislado en el terreno político. Otros partidos siguen apelando al denominado «cordón sanitario» frente a la derecha para descartar cualquier tipo de cooperación con los populistas. Aun así, incluso siendo una fuerza de la oposición, se ha empezado a dar cierta cooperación en algunos casos específicos, también en cuanto al clima y la energía. Junto a otros partidos, AfD ha ganado votaciones a escala regional y local contra planes para la expansión de la energía eólica y la movilidad limpia.

En España, Vox incluso ha entrado en gobiernos de coalición en muchas regiones y ayuntamientos. Ha llegado a gobernar junto con el PP en cinco de las diecisiete comunidades autónomas, a menudo encargándose de consejerías relacionadas con políticas ecológicas, como agricultura o asuntos forestales. En la Comunidad Valenciana, el gobierno de Vox y PP ha recortado de forma drástica la financiación para la acción y la transición climática. Además, estos gobiernos han colocado en el punto de mira las zonas de bajas emisiones de las grandes ciudades del país y han decidido eliminarlas, postergarlas o reducirlas, aunque está por ver si este tipo de acciones prosperan en los tribunales.

Al final, sostiene Jäger, lo mucho que sean capaces de afectar los populistas a las políticas climáticas a estos niveles depende del sistema político de cada país: «Hay países federales, como Alemania, que conceden bastante autonomía a sus regiones, y los hay más centralizados, como Francia, donde el margen de maniobra es mucho más limitado».

La justicia social para hacer frente a las estrategias de la extrema derecha

Incluso aunque no exista una reacción generalizada, Jäger afirma que le preocupa el futuro de las políticas climáticas de la UE: «Se puede ver que el entusiasmo que existía hace cinco años por la acción climática ya no está presente». En un contexto de sequías severas en todo el continente y las marchas climáticas de la gente joven de Fridays for Future, en muchos países las elecciones europeas de 2019 estuvieron marcadas por la exigencia de más acción climática. Jäger señala que, si en Europa el apoyo a la transición ecológica «se desvanece o se debilita, entonces tengo mis dudas de que vayamos a alcanzar los objetivos climáticos».

Tanto él como otros investigadores siguen subrayando que es altamente improbable que se aplique de verdad el Pacto Verde Europeo. Un estudio acerca de la legislación aprobada en los últimos años, dirigido por Phuc-Vinh Nguyen, del Instituto Jacques Delors, afirmaba que «podemos descartar ya un despliegue completo del European Green Deal». No obstante, según señalaba Nguyen, ciertas mayorías en el Parlamento Europeo formadas por la derecha y la extrema derecha podrían «poner en riesgo [el avance de] la transición ecológica en Europa».

El entusiasmo menguante por la acción climática se debe en parte a que preocupa que la transición pueda resultarle costosa a la ciudadanía que tiene que pasarse a calefacciones de bajas emisiones o a coches eléctrico; esto es precisamente lo que los populistas están intentando explotar.

Estos a menudo dicen que las políticas climáticas afectarán «a la gente corriente» con ingresos medios o bajos. Se presentan como los partidos que garantizan la estabilidad y la prosperidad, o que, como mínimo, salvaguardan el statu quo. Este es un discurso que puede tener éxito en una época de inflación y crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania, por mucho que sea dudoso que una vez en el gobierno estos partidos realmente puedan cumplir sus promesas.

«Las preocupaciones de la gente sobre su modo de vida son la típica vía de entrada para los discursos de derecha», según Linus Westheuser. Este sociólogo de la Universidad Humboldt de Berlín también afirma que el clima se ha convertido en un asunto mucho más politizado en los últimos dos años, cuando las consecuencias distributivas de la transformación del modelo están empezando a llegar a la ciudadanía. «Los actores de extrema derecha van a intentar convertir las políticas climáticas en una guerra cultural entre las élites ideológicas urbanas y el votante medio preocupado por el precio de la gasolina».

Westheuser propone que los gobiernos aprueben una mezcla de inversiones públicas masivas en la creación de empleos, apoyo financiero a los cambios en los sistemas de energía y transporte para la los hogares con menos ingresos, y un mecanismo de compensación para los precios de CO2 más elevados que distribuya el dinero de una forma socialmente justa.

Lo que hace Westheuser es sencillamente exigirle a los legisladores de los principales partidos que aborden el cambio climático «como una cuestión de justicia social», aplicando políticas que garanticen que los negocios y las personas con más posibilidades contribuyan más a la lucha climática. «Este es el punto de partida para una política climática popular que no caiga en la trampa tendida por la extrema derecha».

 

Este texto, que ha sido mínimamente actualizado y adaptado de acuerdo con sus autores, se publicó originalmente en Clean Energy Wire (junio de 2024).