Philipp Heimberger y Cara Dabrowski
La Unión Europea se enfrenta a una encrucijada decisiva. Para alcanzar sus objetivos estratégicos en acción climática y digitalización, es necesario que aumente de manera considerable la inversión en infraestructuras públicas en todos los Estados miembros. La investigación que acabamos de publicar demuestra que un incremento de la inversión pública puede estimular la actividad económica y reducir el desempleo sin poner en peligro el equilibrio de la deuda. En la medida en que las tensiones geopolíticas están reconfigurando el comercio global, Europa debe enfocarse en motores de crecimiento internos, y esta transformación tiene que estar liderada por la inversión pública.
Una imperiosa necesidad de invertir
El informe Draghi sobre la competitividad de la Unión Europea lo deja claro: la inversión pública es esencial para los objetivos estratégicos de Europa. El continente enfrenta un déficit de inversión anual de entre 750.000 y 800.000 millones de euros —aproximadamente un 4,5% del PIB de la Unión— que va desde seguridad energética hasta infraestructura digital pasando por descarbonización. Esta cifra no es solo una aspiración, sino que es una necesidad económica.
Ya solo el desafío de la descarbonización exige un compromiso público sustancial. Los gobiernos de la Unión Europea deben canalizar una inversión significativa hacia los sistemas energéticos, las redes de transporte y la renovación de edificios, lo que requiere un 1% adicional del producto económico anual hasta 2030. Con todo, las tendencias actuales apuntan en la dirección contraria.
El análisis de los planes fiscales plurianuales de los gobiernos nacionales revela un patrón preocupante: aproximadamente un tercio de los países de la Unión proyectan para los próximos años recortes en sus ratios de inversión pública financiada a nivel nacional. Una consolidación fiscal más estricta está directamente relacionada con recortes de inversión más profundos. Sin intervención política, el impulso esencial para la infraestructura climática y digital va a seguir sin materializarse.
El dividendo macroeconómico
Nuestro estudio aporta evidencias empíricas sobre el impacto macroeconómico de la inversión pública en el crecimiento, el desempleo, la inversión privada y los ratios de deuda pública. Nuestros hallazgos ponen en cuestión ideas asentadas sobre el equilibrio fiscal: cuando la inversión pública genera mayores retornos económicos e ingresos fiscales futuros de los que añade a la deuda gubernamental, endeudarse para financiar dicha inversión se convierte en algo económicamente racional, no en algo fiscalmente irresponsable.
Al aplicar métodos estadísticos de última generación a datos de los veintisiete Estados miembros de la Unión Europea, hemos demostrado que la inversión pública produce efectos positivos sustanciales en el desarrollo económico. Cada euro de inversión pública genera aproximadamente 1,30 euros de producción ajustada a la inflación en tres años, un multiplicador acumulado de 1,3 que coincide con la evidencia del metaanálisis y con investigaciones previas del FMI.
Pero los beneficios van más allá del crecimiento del PIB. Las tasas de desempleo disminuyen tras los aumentos de la inversión pública, especialmente a corto plazo. En lugar de desplazar la actividad del sector privado, la inversión pública tiende a estimular la inversión privada, un efecto complementario que amplifica los beneficios económicos. Lo más significativo para los halcones fiscales es que estos efectos macroeconómicos positivos garantizan que el equilibrio de la deuda se mantenga intacto. Aunque la deuda pública aumente cuando se realiza inversión financiada con crédito, el incremento simultáneo de la renta del país significa que la ratio deuda/PIB se mantiene estable incluso pasados tres años.
Trazar el camino a seguir
La Unión Europea debe aumentar la inversión pública en al menos un 1% de su producto económico anual para cumplir sus objetivos estratégicos en energía, transporte e infraestructura digital. Este objetivo, aunque sustancial, sigue estando al alcance de la mano con marcos políticos adecuados.
El principal obstáculo surge de las presiones de consolidación fiscal bajo las nuevas normas fiscales de la Unión, que actualmente promueven medidas de austeridad en muchos Estados miembros. Los responsables políticos deben explotar al máximo la flexibilidad incorporada en estas normas. Fundamentalmente, los gobiernos deberían revisar los supuestos clave sobre los efectos de la inversión pública en el crecimiento y el equilibrio de la deuda dentro del marco técnico para las evaluaciones específicas por país, unos cambios que no requieren enmiendas legales.
Al mismo tiempo, los gobiernos estatales deberían ampliar la cofinanciación de los programas de la Unión Europea, pues estos gastos quedan fuera de las evaluaciones de cumplimiento ex post según la norma de gasto. Allí donde las restricciones fiscales internas resulten insalvables, los gobiernos deberían abogar por la creación de un nuevo fondo de inversión de la Unión para suceder a NextGenerationEU, abordando así directamente los déficits de inversión que identifica el propio informe Draghi.
Los multiplicadores de la inversión alcanzan su cénit (con valores superiores a 1,5) cuando el gasto se centra en necesidades claras de infraestructura, en el desarrollo de capacidad institucional, en el impulso a la investigación y el desarrollo, o en catalizar un cambio estructural basado en objetivos. La evidencia demuestra de manera consistente que una inversión pública bien diseñada y estratégicamente programada fortalece el desarrollo económico, particularmente durante periodos económicos difíciles.
El ex Presidente del Banco Central Europeo y ex Primer Ministro italiano, Mario Draghi, defiende de manera convincente que Europa se ha vuelto demasiado dependiente de la demanda externa para estimular el crecimiento. A lo largo de la década de 2010, el estancamiento salarial y las políticas fiscales restrictivas suprimieron la demanda interna, dejando a Europa rezagada en el crecimiento de la productividad. Ahora que la postura proteccionista de la administración Trump está reduciendo el apetito estadounidense por las exportaciones europeas y el crecimiento de las importaciones de China está desacelerándose, Europa debe enfocarse en motores de crecimiento internos. En este giro estratégico, el lugar central lo debe ocupar la inversión pública.
Philipp Heimberger y Cara Dabrowski son economistas en el Instituto de Estudios Económicos Internacionales de Viena.
Este texto se publicó originalmente en Social Europe en octubre de 2025.